Queridos visitantes:
Aconsejo batir bien la mezcla antes de ingerirla.

Indicaciones: lectores bajoneados o mufados.
Reacciones adversas: pérdida de la sonrisa.
Sobredosis: "¡Andá a cantarle a Gardel!"


ODIADOS Y DESEADOS
(Publicado el 13 de abril de 2008). (1)

Los medicamentos son los artículos que se compran con mayor desagrado y se usan con más esperanzas.
El comprador actúa mecánicamente si el remedio es para otro. Si es para él, lo hace con ansiedad. En ambos casos, la expresión del farmacéutico es poco alentadora. Fija su atención en constatar los datos, como la firma del afiliado y el precio, este último rescatado de listas incomprensibles o de las computadoras. Luego deposita los medicamentos sobre el mostrador, los cuenta y coloca en una bolsita con la delicadeza de un ciego.
El destinatario cifra todas sus esperanzas en la encomienda ansiada. Al recibirla desgarra la envoltura y desparrama el contenido sobre la cama. Si encuentra uno solo, muy pequeño, cae en una profunda depresión. Si son varios, de tamaño algo mayor y presentación lujosa, se entusiasma. Si además descubre ampollas bebibles oscuras y grageas multicolores, llega el delirio.
Estas observaciones van dirigidas a los enfermos de poco riesgo, no deben interpretarse como una sátira hacia los más graves o los incurables. Para ellos no significará nada el color o el tamaño de los envases.
Volvamos a los pacientes leves, que son la mayoría (pese a nosotros, los médicos). Veremos cómo los enfermos abren los envases, leen las indicaciones, las contraindicaciones y los efectos colaterales. Ya están alertados en caso de sentir “alguna cosa rara”, o como para sugestionarse y sentirla aunque la “cosa rara” no llegue.
Comparan el nombre del medicamento con el que figura en la receta ilegible del médico. Observan si algún componente está incluído en las listas negras que publican los diarios de vez en cuando. Controlan los horarios de las tomas y las posibles superposiciones para consultar de inmediato. Preguntan sin cesar si no les provocará alergia. Sacan todas las pastillas para contarlas. Repiten la operación varias veces.
Suelen desarrollar un pequeño brote de paranoia y, por ansiedad, pierden gran número de pastillas. Éstas se esconden entre las frazadas, desaparecen en alguna hendija del piso o se zambullen en la escupidera que asoma debajo de la cama.
Los pacientes preguntan si es lo mismo tomarlas con vino “porque el agua les cae mal”. Hacen una lista pormenorizada para saber si después del tratamiento pueden comer buseca, achuras o costillas de cerdo. Luego de éstos y otros muchos comentarios, y rodeados por varios familiares y amigos, toman la pastilla con la mano derecha, o con la izquierda si son zurdos, mientras que con la otra sostienen un vaso colmado de agua. El temblor, provocado por la emoción, hace que se desparramen algunas gotas sobre las sábanas de los acontecimientos salientes. Entrecierran los ojos y echan la cabeza hacia atrás.
Con la mansedumbre de un príncipe que recibe la hostia papal, colocan la pastilla sobre la lengua y toman un trago desmedido de agua. Inesperadamente, éste les desencadena un ataque furibundo de tos. La pastilla se pierde con el agua expulsada a gran distancia. Los circundantes ni siquiera alcanzarán a cubrirse sus rostros desconcertados.





LONGEVIDAD
(Publicado el 20 de abril de 2008). (2)

Coincidiendo con su escalada cultural, el hombre acarició la idea de lograr una mayor longevidad. Las maneras de intentarlo fueron, son y serán muchas. Buscó con ahinco la Fuente de Juvencia sin hallarla. Muchos regresaron de ese largo viaje más avejentados. No fueron menos los que, en su larga ausencia, sus proles se habían visto fuertemente incrementadas. Probó los elixires que la alquimia preparaba en sus ratos de ocio. Con ellos no logró prolongar un sólo minuto de vida pero contrajo cólicos violentos, diarreas torrenciales y vómitos cataclísmicos. Borró con tinturas, cosméticos y cirugía, las pátinas y las huellas que fue dejando el tiempo. De todo ésto resultó un ser híbrido, inexpresivo y acartonado, de aspecto nada joven. Torturó su paladar con regímenes insípidos, pobres en colesterol, que es el más sabroso veneno que acecha al hombre. Además se privó de infinidad de exquisiteces que la naturaleza le había reservado. Ingirió con frenesí un sinnúmero de drogas de efecto dudoso, costo elevado y vigencia efímera.
Creo que si pudiéramos refundir en una sola todas las cápsulas y comprimidos usados inútilmente por la humanidad hasta la fecha podríamos construir otro satélite similar al nuestro.
El hombre además castigó su cuerpo duramente con el aburrido y monótono ejercicio, o rindiendo culto al arte selecto de correr tras nada y para nada (no olviden que muchas cosas están dichas en solfa. Como cardiólogo no puedo dejar de reconocer el valor del aerobismo y de los tratamientos para reducir los lípidos). Podó impunemente y de un solo tajo uno o más lustros a su edad.
Por lo visto todos los intentos han fracasado.
¿Qué dirían ustedes si les presento un método sencillo, económico e infalible para conseguirlo? ¿Se animan a perder unos minutos a cambio de lograr vivir el doble? ¿Les apasionaría la idea de que el índice de vida media alcanzara a los 140 años o más? ¿Y si les digo que para eso no son necesarias dietas, medicinas ni ningún tipo de sacrificio?
Pasaré a explicar el nuevo método. Un día, como todos sabemos, tiene 24 horas. También coincidiremos en que casi nadie aprovecha su tiempo en forma integral. La gente pierde incontables cantidades de horas en cosas inútiles y que ni siquiera significan una gratificación para el espíritu y el cuerpo ¡Los ejemplos son tantos! El exagerado, que se levanta dos horas antes de salir de su casa. Previamente hace una mateada a fondo y sesión prolongada de inodoro, con el infaltable diario. El dormilón, que se acorta en un 30% su vida, porque mientras duerme no vive. El vueltero, que todo lo prolonga o lo posterga.
Después de estas divagaciones dividamos cada día en dos. Así tendremos días de 12 horas. En lugar de vivir, 60, 70, 80 años o más, llegaríamos a los 120, 140 o 160. Los días de 12 horas serían diurnos, de 8.00 a 20.00 hs. Y los nocturnos de 20.00 a 8.00 hs. Fraccionaríamos el nuevo día de la siguiente manera: evacuación, baño parcial o total, afeitado, maquillaje, desayuno y traslado de 8.00 a 9.00 hs. Trabajar de 09.00 a 13.00 hs. Después de las 13.00 hs. la comida única (almuercena), esparcimiento y pequeñas cópulas. De 16.00 a 20.00 hs. dormir.
El día nocturno de 20.00 a 8.00 hs. Se dividiría también de la misma manera. Desaparecerían los últimos resabios de esclavitud. Ya nadie tendría horario de trabajo exclusivamente nocturno. Todos sin excepción tendríamos un día de trabajo diurno y otro nocturno.
Todos los sábados serían diurnos y los domingos nocturnos, especiales para el rebusque.
Trabajaríamos menos porque se duplicarían la cantidad de sábados y domingos anuales, de 104 actuales a 208.
Los lunes no serían tan deprimentes por estar más cercanos al sábado y domingo próximos. Lógicamente que acostumbrarnos a este sistema nos llevaría tiempo y al principio nos resultarían extraños cometarios como:
-“Me preocupa mi hija que ya cumplió 68 años y sigue soltera”.
-“Ayer sorprendí al menor de mis hijos, de 28 años, en una práctica vergonzante”.
-“Si Dios quiere me recibiré de médico a los 48 años”.
-“Ayer cumplí 96 años y empecé con los primeros síntomas de la menopausia”.
-“Mi hija se desarrolló a los 30 años”.
-¡Pensar que yo a los 148 años, estoy escribiendo estas gansadas!





LOS PERROS NO ME QUIEREN
(Publicado el 27 de abril de 2008). (3)


La genética marca la conducta de los perros. Además actúan automáticamente por herencia. Reconocen rápido y a la distancia a los humanos que no simpatizamos con ellos. Merezco que me hayan dado muestras reiteradas de desafecto. Si pasan varios autos persiguen y ladran siempre al mío. Me corren todos juntos varias cuadras con fervor criminal.

En una oportunidad fui a una casona de campo muy señorial. Me había puesto zapatos nuevos de gamuza color natural. Se me acercó la perrita de la dueña y se acostó con amor sobre mi calzado adorado. Sentí un calorcito casi humano que me emocionó. Cuando se alejó me di cuenta que me había meado.
Otra vez charlaba con mi novia actual (tan actual que actualmente es mi esposa) vino un Gran Danés. Apoyó sus patas sobre mis hombros con intenciones de copular. Yo caminaba lentamente para que no me mordiera. La gente se moría de risa y me gritaba: ¡qué se besen! Desde ese momento mi medio pomelo, cuando me perfumo o me cubro alguna cana, me mira con desconfianza.
Por largo tiempo decidí no quererlos más.
Analicé largamente mi decisión y decidí cambiar mi opinión. Por ese motivo ahora pienso que en realidad: ¡LOS QUIERO, PERO LIBRES!
Gracias a un trabajo multidisciplinario en el que participaron veterinarios, neurólogos, fisiólogos y psicólogos se ha logrado interpretar el pensamiento de un perro cautivo. El acontecimiento resultó tan sorprendente como cuando se develó el secreto de la piedra Roseta.
Rescataron el siguiente mensaje: “Soy un San Bernardo joven, con mis papeles en orden y un pedigree impecable. Mis dueños me cuidan. ¿Me amarán? Tengo todas las vacunas, collar antipulgas y alimento balanceado que contiene 1600 calorías por libra y 21% de proteínas. En invierno me ponen vestimenta ridícula. Defeco y orino contra reloj.
Dos veces por semana viene el paseador, que sustituye a mis propios dueños, con ocho perros más y nos hacen dar siempre la misma vueltita. Peleamos poco porque el mandamás nos aporrea y porque las cinco perras están castradas. Hasta tanto no hagamos nuestras cacas y meadas, el paseo no termina. Mientras hacemos nuestras necesidades miramos hacia el infinito con PUDOR.
Envidio a los perros “marca perro” y libres, que demarcan su territorio con sus chorritos interminables de pis. Escriben con sus meaditas repetidas y certeras graffitis que solamente nosotros interpretamos.
Yo me conformo con delimitar los cuatro costados de mi patio cárcel. Está embaldosado. Es frío en invierno y tórrido en verano.
La delimitación de mi territorio es un acto reflejo y ancestral. Mi bisabuelo materno ostentó durante varios años el record mundial de meada a la larga distancia ¡Y yo entre estas cuatro paredes!
Hasta aquí pareciera que mi relato es machista. En realidad no lo es ¿Acaso cuando nacen muchos perritos no tiran a las perritas? ¡NO! ¡Yo adoro a las perras!
Mis patrones nunca me dejaron estar con una. ¡Daría mis colmillos por quedarme abotonado con la perrita de al lado! Los treinta centímetros del espesor de la pared nos lo impiden.
Hay momentos en que con mis ladridos expresaría, como el mismísimo Napoleón: “Treinta siglos de pared nos contemplan”.
Desearía correr detrás de los autos, ladrando sin sentido. Enterrar mis huesos para conservarlos en mi frezzer propio. Tener muchos y recordar perfectamente donde está cada uno. Correr a los gatos para morderles el espinazo. ¡Pensar que ahora se pasean sobre mi pared y me miran con desdén! Correr por el campo y revolcarme sobre la carroña seca para espantar a las pulgas. Comer pastos largos para aligerar a mi intestino. Correr junto a ocho perros atorrantes detrás de una perra en celo. Olerles el culo a los perros para saludarlos y, por qué no, a algún señor o señora poco limpios. Echarme a dormir a la sombra y sin horarios. Vivir desnudo, sin collar y sin ropajes extraños”.




SEMBRADOR MACHISTA
(Publicado el 4 de mayo de 2008). (4)

Un labrador disconforme con todo y amigo de la discordia tenía que elegir plantas para su campo. Le consultó a Ceres, la diosa romana de la agricultura, que gustosa le hizo muchas preguntas:
-¿Si plantás ombúes? -inquirió la diosa-.
-¡No! Se colmaría de gauchos con sus guitarras, sus payadas monocordes y sus caballos bostearían mi campo prolijo. Además llenarían mi suelo limpio con yerba usada -confesó el sembrador-.
-¡Recuerda que la bosta y la yerba son abonos excelentes!
-Atraerían moscas que me resultan fastidiosas.
-¿Y si haces una plantación de hinojos?
-¡Tampoco! Tendría que estar siempre de rodillas.
-Cultiva perejil –dijo la diosa Ceres.
-¡No tengo derecho a ofender a ningún Pérez! –contestó el sembrador.
-Planta nogales.
-Tardan cinco años en dar nueces. Ahora tengo dos dientes y dos muelas. ¿Se imagina cuántos me quedarían al cabo de ese tiempo? Además para comercializar su madera tendría que esperar 20 años. Actualmente tengo 70. ¡A los 90 usaría cuatro tablas locas de uno de mis nogales para hacer mi cajón!
-¿Qué le parece hacer un almácigo de flor de azúcar?
-¡Soy diabético! –replicó el labrador rebelde.
-Intenta con avena.
-¡Le tengo terror a las inyecciones!
-¡Prueba con limones!
-Mi mujer es muy celosa.
-¿Qué te parecen las parras, por ejemplo “la americana negra”?
-Son muy retorcidas y la americana negra siempre fue muy discriminada.
-¿Olivos? –propuso Ceres.
-Pronto desaparecerán porque “se tomarían el olivo” -respondió el sembrador.
-Haz un plantío de granadas.
-¿Y si explotan?
-Implanta higueras.
-Únicamente por ser “un caído de la higuera” sigo manteniendo este diálogo con usted.
-¿Manzanas?
-¡Por culpa de una manzana así nos fue a los hombres!
-Intenta con kakis.
-Los uniformes de ese color no me causan gracia.
-¿Qué opinas sobre el tilo?
-¿Y si me duermo?
-¿Creerías conveniente producir flores de pájaro?
-¿Y si empiezan a cantar todos juntos, cómo haría para dormir?
-¿Corona de novia?
-Primero me aconsejó limones y ahora corona de novia. ¿Usted quiere que mi señora me transforme en un cadáver?
-¡Crea un monte de sauces eléctricos!
-¡Menos aún! ¿Si me fulmino?
-Establece un plantío de sauces llorones.
-Soy muy sensible.
-¿Gomero?
-No tengo auto.
-¿Nísperos?
-Ya tengo callos.
-¿Dama de noche?
-¡Dale con hacer enfurecer a mi mujer!
-¿Palo borracho? –insistió Ceres.
-Soy abstemio –aclaró el sembrador.
-¿Santa Rita?
-Usted se acuerda de “Santa Rita cuando truena”.
-¿Helecho serrucho?
-Si no planté hasta ahora ningún árbol que me recomendó ¿para qué quiero un serrucho?
-¿Papiro?
-Ahora se escribe en papel fabricado con pasta de papel.
-¿Y Tuya?
-Sí, es mía. ¿Para qué me la ofrece?
-Por último le propongo quinotos –exclamó Ceres, algo molesta.
-Señora diosa Ceres: ¡Ya me “rompió bastante los quinotos”!, terminó diciendo el labrador.
-Mi buen sembrador, como diosa romana de la agricultura, me siento muy halagada que me haya elegido como consejera. Más aún que ésto suceda en el siglo veintiuno.
Desconozco tu raza y tu inclinación religiosa. Mi satisfacción es porque antes que por mí podrías haber optado por el Santo Patrono de los Agricultores, San Isidro Labrador de la Iglesia Católica. Por un representante de Alá o de Abraham. No te imaginás el revuelo que provocó tu elección. Todos decían “¿Cómo una diosa secundaria como Ceres fue escogida antes que el mismísimo Zeus o su digna esposa”?
¡Todavía se deben estar peleando! Ahora hijo mío, deseo saber cuál fue el motivo de su inclinación por mí. ¿Instinto? ¿Predisposición personal? ¿Información escolar? ¿Por tener antepasados romanos?
-No señora Ceres ¡Lo hice simplemente para llevarle la contra! –vociferó el labrador rebelde.
-¡No me gusta hacerle caso a las mujeres y menos aún cuando tienen razón!





EL SEÑOR GRENOBLE
(Publicado el 11 de mayo de 2008). (5)

Todo comenzó cuando el señor Grenoble iba a su trabajo, conduciendo el auto que creía merecer a los setenta años. Había nacido y vivía en Monte, conocida por su laguna y sus pejerreyes.
Se cruzó en su camino un hombre de edad parecida, pero según él “más joven y peor conservado”. Llevaba un maletín de pesca. Caminaba con cara de hombre feliz. Lo seguía un chico de 8 o 9 años, más alegre que el supuesto abuelo. Cantaba mientras llevaba con esfuerzo, orgullo y mucha desprolijidad, un manojo de cañas.
Grenoble se conmovió. Contuvo alguna lágrima inoportuna para su falsa hombría, tragó saliva y lo invadió una sensación de envidia enfermiza. Recordó que años atrás, sus nietos y él habían representado la misma escena. Desvió su auto hacia una calle lateral y sombría para protegerse del sol de ese marzo tan cálido. Se apoltronó en su asiento. Se dedicó a pensar de qué manera podría volver a ser el protagonista de una escena parecida y con un pequeño pescador de su misma sangre.
¿Pedirle a sus hijos aumentar sus proles, para deleite del abuelo? ¡Lo sacarían corriendo! “¿Por qué no tiene un hijo él?”.
¿Comentando con su esposa? Ella seguiría regando sus alegrías del hogar sin siquiera mirarlo ni contestarle.
¿Adoptar un pequeño desconocido por el solo hecho de no pescar algo solo?
Seguramente su esposa dejaría de regar y con el coro de sus hijos, yernos, nueras, nietos y amigos circunstanciales, lo cubrirían con epítetos desacreditadores y escupitajos humillantes. “¿Y la herencia nuestra?” dirían todos a la vez.
“¿Tener un hijo natural, imitando a un pariente que vivía avergonzado y despreciado?”.
¿Tan sólo para ir a pescar acompañado? Pese a todo, el último plan le pareció coherente. Justo en ese preciso momento su juicio crítico era similar al de una lombriz de tierra. Primero tendría que seducir, a la edad en que se pierde el poder de seducción, a una joven rubia y hermosa. “Pescar por pescar, es peor hacerlo con una mujer madura y arrugada. Para arrugas bastan las mías”. En segundo lugar tendría que intentar poner en funcionamiento decoroso a sus enmohecidas y herrumbrosas armas de la copulación.
Finalmente tendría que hablar con una catequista amiga, con un sacerdote super liberado y con su abogado de siempre. La catequista y el tercermundista le ayudarían a encontrar algún subterfugio para evitar la Biblia con dignidad. El abogado haría algo parecido con la Constitución. Todo ésto le pareció el final difícil. Además no tenía la más remota posibilidad de contar con la joven rubia y apetecible.
¡Track! Una idea lo iluminó. Volvió a poner el motor en marcha: esperaría con paciencia sabia si su cuerpo y mente le permitieran ver la llegada de un bisnieto.





HOY ME TOCA EL LADO IZQUIERDO
(Publicado el 18 de mayo de 2008). (6)

El hombre se empieza a afeitar en forma regular, aunque no diariamente, a partir de 1900, años más, años menos. El rasurado se fue haciendo cada vez más personal y frecuente, hasta llegar a la actualidad en que es diario. No entran en esta regla los barbilampiños ni los barbudos. En el pasado dependía de un enjabonado cuidadoso, de una navaja con un asentado prolijo y de un pelo-contrapelo minucioso. Esa ceremonia perdió gran parte de su encanto ante el embate de las empresas publicitarias que tienen por destinatarios a los caballeros y también a buen número de damas.
Desde que King Camp Gillette inventó la máquina de afeitar, hasta las sofisticadas de cuatro filos y las eléctricas, no han dejado de lanzar accesorios variados. Jabones, cremas de afeitar, lociones para después de afeitarse con aromas de leñador salvaje, tabaco...Estas lociones prometen emitir efluvios androgénicos a diestra y siniestra. Hacen que el que las use se sienta irresistible y objeto de placer para todas las mujeres-sexo. No tienen el mismo efecto sobre las mujeres-seso.
Desde el momento en que decidimos desertar de la legión de los barbudos, nos comprometemos con nosotros mismos a afeitarnos, religiosamente, casi a diario. El rito empieza entre los trece y los quince años, según que el embate hormonal tenga su reloj adelantado o atrasado y termina en nuestros días finales. Algunos fanáticos terminan con una afeitada posmorten. Todos sabemos que la barba sigue creciendo un corto tiempo, ignorando que su dueño ya espichó.
En caso de que nuestro ritmo fuera diario, que es más común entre los latinos hirsutos y que nos han hecho fama de latin lovers ante los imberbes y mofletudos yankis, alcanzaríamos la friolera de 25.500 afeitadas en el curso de una vida. Ahora, si recordamos que una afeitada dura cerca de diez minutos (los carones precisan más tiempo), concluiremos en que pasaríamos alrededor de cien días afeitándonos. Los barbudos contarían con una centena más de días durante sus vidas abrigadas. Pero como nada es perfecto esos días los usarían para atusarse las barbas.
¿Cómo hacer para reducir esos cien días perdidos?
-¿Afeitándonos día por medio?
-¡No!
La solución está en adoptar la HEMI-AFEITADA, es decir afeitarse alternativamente media cara un día y la otra media al día siguiente. Deduzco que este excelente sistema no pueda aplicarse a otras actividades íntimas como la del aseo. Resultaría muy difícil lavarse una mano o media cabeza. Además se correría el riesgo de omitir lavarse algunos órganos impares, que por estar en la mitad del cuerpo, correrían el riesgo de ser considerados tierra de nadie.
Afeitarse la mitad de la cara no resulta difícil. Lleva la mitad del tiempo y el resto de la gente no lo descubriría con facilidad. Para lograrlo sería aconsejable adoptar una actitud de perfil estricto. Valerse siempre del afeitado, que tiene la ventaja de que nuestro interlocutor creería estar hablando con la foto de nuestro DNI.





REINVINDICACION DEL PADRE A TRAVÉS DE SUS HIJOS
(Publicado el 25 de mayo de 2008). (7)

Históricamente, los sufrimientos y las preocupaciones más serias les fueron adjudicados a las madres. Tanto es así, que existe una afirmación, reiterada, y lógica, que dice: “Madre hay una sola”. (No conozco a nadie que haya nacido de dos madres. Y suponiendo que el fulano sea hijo de siamesas, sería hijo de una y sobrino de otra, y viceversa). Nadie se ocupa seriamente de los padres, salvo durante ese festejo anual, que se cumple como un ritual obligado.
En el Día del Padre, todos se acuerdan a la vez del pobre nono. Desde la mañana sen ven verdaderos tropeles movilizando viejecitos para compensar el olvido en que éstos vivieron el último año. Ese día lo lavan un poco, lo afeitan, lo perfuman y le enchufan la clásica gorra de visera hasta las orejas, lo visten con el traje negro (la rigurosa botamanga y un olor a naftalina que mata). Le ponen la camisa blanca de casamiento, con dos gomitas en las mangas para evitar que los puños le cubran los dedos. Le colocan una corbata desteñida para ajustar el cuello holgado, y ya bien preparadito (con su infaltable caja de remedios bajo el brazo), lo introducen en el auto. Entonces lo llevan a almorzar. El viejo, como primer plato, elige sopa de moñitos, pastel de papa como plato principal y de postre, queso y dulce. Instalado a la mesa, todos empiezan a retarlo (por lo bajo) porque el temblor senil hace sus primeros estragos. Con la sopa, el viejo parece un motor fuera de borda. El ruido y las salpicaduras endurecen más los rasgos de las nueras.
Terminada la comida lo empujan, descomedidamente, dentro del auto, y lo llevan a dar una vueltecita ultra rápida, durante la cual el pobre no puede ver nada. A los cinco minutos, todos empiezan con la sanata de que ya son las tres de la tarde, que anochece, que va a llover y que es mejor llevar al jovato de regreso. Detienen el auto frente a la casa, y con un empellón menos dulce bajan al vejete presurosos.
El desdichado queda hecho un cascajo por el trajín, pipón como nunca, hecho una calamidad y con la esperanza de que el año que falta para el próximo festejo sea lo más largo posible. Si el temblor no le impidiera embocar la llave y su artrosis le permitiera llegar a la ventana, vería como se aleja el auto del hijo. Durante esa lucha sus mejillas terminarán humedecidas. No tanto por el alejamiento de sus familiares, sino porque sus pies, desacostumbrados, hace ya dos horas que están comprimidos dentro de los zapatos negros, también de su casamiento lejano.
Señores padres, yo me ocuparé de ustedes como se lo merecen y porque también soy padre.
Nos asaltarán un sinfín de preocupaciones, que comenzarán antes de recibirnos. Cuando éramos adolescentes, muchas veces nos acometió la idea de si podríamos procrear. Muchos impacientes no se quedaron con la duda, cosa que les trajo gran tranquilidad por un lado y enorme zozobra por el otro, sobre todo si eran solteros.
Sufriremos al decidir casarnos ante la incógnita de lo que nos depara la nueva vida. Dejar a mamá, su bandeja matinal con el mate y las tostadas con dulce y manteca, los fasos y el diario. (También, con frecuencia, el vaso de jugo de naranja, “para que el nene estercole como un duque”).
Nos acongojaremos cuando el embarazo tarda en producirse y adivinaremos todo tipo de acusaciones tras las miradas de nuestros cuñados, cargados de hijos (¿será impotente?, ¿será marica?, ¿sabrá hacerlos?). Luego vendrá la congoja del embarazo y la ansiedad del parto. Nos acometerán ideas terroríficas: “¿nuestro heredero no será un bicharraco espantoso?”. Pasado ese temor seguirán otros aún peores: si el sultano resultara varón, nos preocupará que su pitito se quede siempre así. En la adolescencia nos haremos cruces por sus prácticas furtivas y repetidas. Temeremos que nuestro muchachón tenga inclinaciones “raras”. Un tiempo más y empezarán las salidas con chicas. Las llamadas reiteradas de su celular nos enorgullecerán un poco, pero si siempre son de la misma chica nos preocuparemos porque otra idea pronto nos atrapará: que lo enganchen joven. Vendrá el noviazgo y las peligrosísimas salidas en carpa. El casamiento y la llegada de la nieta o el nieto renovarán los temores anteriores. Y si finalmente nos trasformamos en un superjovato, todo se repetirá con los biznietos y los tataranietos. La ventaja, para ese momento, será que estaremos tan gagás que ya nada nos provocará temor.
¿Ven, señoras madres, que la tarea de ser padre no es tan livianita?





EL PINTOR CON UÑAS DE COLOR BIGOTE
(Publicado el 1 de junio de 2008). (8)

Como este relato no es policial, resolveré, de entrada nomás, el significado del título. No quiero, amados lectores, que desgasten sus cerebros perspicaces. No barajen hipótesis rebuscadas, alegorías poco sensatas ni simbolismos extraños.
Mucho menos que se vean obligados a esperar el final para develar el significado del título.
"El pintor con uñas color bigote" es el protagonista principal de nuestro cuento:
Rafael Porto, un fumador empedernido de ochenta puchos por día. Precisamente, el humo de sus cigarrillos perpetuos tiñó, sin acuarelas ni tintas, sus bigotes y sus uñas. Eran de un amarillo amarronado, parecidos al óxido de hierro. Canoso, con pelo abundante todavía, apenas superaría los sesenta años. Tenía el rostro rojo por los vinachos. Nariz prominente, rugosa, áspera y granulosa. Su mirada pícara estaba protegida por cejas pobladas. Habían recibido, aunque con menos intensidad, los efectos del humo.
Era pintor de brocha fina. Un paisajista de trazo delicado y elegante. Clásico, con algunos toques contemporáneos y ligeramente neorrealistas.
Estaba casado, desde hacía varios años, con una mujer mucho mayor, muy rica y que lo bancó y lo hizo conocer por la alta sociedad. En esa época y gracias a su esposa mentora, empezó a vender una que otra obra. Hizo varios viajes a Europa con su chaperona, Doña Isabel Santander Corradas de Porto y logró algo de notoriedad. Isabel, cuando se casó con Porto, rondaba los setenta años. No tenían hijos anteriores y menos aún, por biología lógica, después del matrimonio.
Isabel, era hija única y había heredado la cuantiosa fortuna de Don Cosme Santander y Corradas, fabricante de los "Salarnines Corradas, que se elaboran por toneladas". Con este slogan vulgar se había hecho millonario. Siempre usaba términos relacionados con los chacinados. Murió, al poco tiempo, repitiendo estas profundas y bíblicas palabras:”Cantimpalos de Dios, longanizas del Diablo”.
Rica ella y pobre él, una circunstancia accidental provocaría el éxito que Rafael nunca había logrado con el pincel.
Una tarde nuestro pintor, acompañado por su esposa opulenta, se instalaló al borde de un precipicio. Él con su caja de pinturas, su caballete y sus pinceles. Ella con una canasta con la merienda, una mesa y dos bancos pequeños.
Parecía Caperucita Roja entrada en años.
Se instalaron en el borde del abismo, de donde, según Rafael, el poniente mostraría todo su encanto. Preparó su caballete con una tela tensa y anhelante y su paleta. Señalando el sol en su ocaso exclamó: -¡Esta será mi mejor pintura!
¡Quizá mi obra postrera!
Isabel acotó:-¡No digas postrera! ¡Sabes bien que odio los postres, como mi papito finado! ¿Por qué no dijiste que pudiera ser la última feta de tu paleta?
Rafael absorto por el sol, que ya declinaba, invitó a Isabel a acercarse más al borde del despeñadero. La hija del fiambrero, ya fiambre, exclamó: -¡El sol parece una tajada de salame Corradas!. Rafael, molesto por la comparación y tentado por su riqueza futura, dió, efectivamente, la última pincelada. Apoyó su pincel impregnado en un amarillo brillante, en la espalda de la reina de los embutidos.
Apenas alteró su equilibrio. En un instante rodaba por el despeñadero, sin dejar de gritar: “¡Tu salamín seguirá eternamente blando! ¡Tu arrugada morcilla se morirá antes que vos!"
Rafael Porto jamás volvió a pintar y su pobre longaniza entró para siempre en el reino de los muertos.





ES MEJOR TODO LO MIO O TODO LO MIO ES MEJOR
(Publicado el 8 de junio de 2008). (9)

Me molestan las personas que dicen que sus problemas son los más grandes, sus hijos los más inteligentes y sus nietos los más lindos. ¡Ah! Me olvidaba contarles que mis problemas son los más grandes, mis hijos los más inteligentes y mis nietos los más lindos.
La señora Leonor Alegre cruzó, ese día cruel, la calle principal con mucho tránsito. Su esposo la alentó con un grito lleno de fervor: ¡Cruzá ahora que hay un limpión! Varios coches la embistieron y él salió ileso. Nunca se sabrá si había sido intencional o no.
Ahora se reponía en el hospital, luego de ser operada para extirparle el bazo, que se había roto. Varias fracturas con yesos impresionantes la trasformaron en una figura inmóvil, con ojos vivaces. Ese día la visitó su comadre Raquel. La saludó y antes de interesarse por su estado empezó con sus lamentos:
¿Sabías que tengo dolores de espalda y de la rodilla izquierda?
¿Te conté que me aumentó el colesterol?

Se encontraron dos amigas en el mercadito y surgió este diálogo:
Madre I: ¿Te conté que mi hija es abanderada y que Julito se recibió de médico con medalla de oro? (nunca vi que entregaran esas famosas medallas de oro, de las que hablan los padres engreídos).
Madre II: ¡Mis hijos son los únicos que aprobaron todas las materias en diciembre! ¡Pepe y Fede hablan inglés y francés de corrido!

Ahora va el palo para los abuelos entre los cuales me incluyo.
Dos abuelos felices se encontraron en la cancha de bochas y charlaron así:
Abuelo A: ¡Mis nietos son una luz como para alumbrar toda la capital!
Abuelo B: ¡Los míos, la capital y el Conurbano!





TRAVESTI OBLIGADA
(Publicado el 15 de junio de 2008). (10)

Como cualquier cuento que se precie como tal, empezaré con un: “Había una vez” una gallinita blanca inmaculada. Era de raza Leghorn. Sus representantes eran famosas por ser excelentes ponedoras. Habitualmente producían cerca de trescientos huevos por año. Rivalizaron con gallinas de otra raza, como las catalanas del Pratt, de un amarillo oro muy vistoso. Con el tiempo se impusieron las primeras y llegaron a poblar casi todos los criaderos. Nuestra gallina ponía un huevo por día, y aún más. Lo hacia con prolijidad envidiable. Jamás había cascado uno porque los depositaba muy cerca del piso de su nido. Luego giraba su cabeza para mirar su fruto (en realidad todas las gallinas lo hacen por instinto para comprobar si sus obras les salieron redondas).
Fueron pasando los años y esta Leghorn, en lugar de reducir su producción, la fue aumentando. Su patrón Don Osvaldo, admirado por su fertilidad y su propia codicia, la premiaba diariamente con una palmadita sobre su lomo. Ella, emocionada, se agachaba, entreabría sus alas, retraía la cola y temblaba de emoción. Siempre imaginaba que sería un gallo aparatoso y pesado quien le haría una zalamería, antes de pisarla. Fueron pasando los años y cuando estaba a punto de cumplir 10, era casi una anciana para su especie. Empezó a declinar levemente su producción. El patrón cambió sus palmadas alentadoras por una decisión sublime. La vendió a un pollero que le compraba las ponedoras que ya no le rendían.
-Jacinto -le dijo Osvaldo- ¡Llévate esa Leghorn vieja y agotada!
-Pero Don Osvaldo -dijo Jacinto- esa gallina es muy vieja. ¡Hasta tiene casi espolones de gallo!
-Te la dejo a un peso- replicó Don Osvaldo-.
-¡No! -contestó Jacinto-. ¡Le doy cincuenta guitas!
-¡Trato hecho! Don Osvaldo le entregó la ancianita, que todavía mantenía la costumbre de agacharse y temblar, pensando en su Gallo Azul.
Jacinto la llevó. Le cortó la cabeza sin miramientos. La desangró un rato. La peló y le sacó las patas que delatarían su edad. Se fijó si quedaban algunos huevecitos en su huevera que pudieran revelar su sexo.
Salió con su carro y la ofreció, junto con otras, como “pollos criados a maíz”.
Recorrió casas y pequeños almacenes de campo.
-¿No serán duros como los últimos? –le dijo la almacenera.
-¡No! Doña Rosa. Son pollos parrilleros que no conocen los alimentos balanceados.
Quiso la casualidad que muy cerca del bolichito, una pareja de jóvenes estuviera pasando unos días de descanso. Entusiasmados por la madre de la chica (las madres nunca dejan de dar consejos a sus hijas), fueron hasta la despensa. En la puerta, un pizarrón pregonaba “pollos parrilleros caseros”. Los jóvenes entraron como locos y sin querer preguntar el precio, se llevaron justamente a la gallinita musculosa, travestida en pollo de campo.
El galán, solícito, la adobó, encendió un fuego deslumbrante y procedió con prolijidad a asar el ave pétreo. Orgulloso por su maestría con el fuego, lo colocó en una bandeja y se lo ofreció a su musa. Ella lo esperaba con la mesa preparada para comer.
La sumatoria de la edad de la ponedora, sus esfuerzos diarios por poner más de tres mil huevos y las agachadas provocadas por las caricias de su ex patrón hicieron de su cuerpo un manojo de tendones y de fibras.
No la pudieron ni siquiera cortar.
La gallina virgen murió en su ley. Se mantuvo íntegra y sin perder la dignidad, pero sin la cabeza ni las patas.





HOMENAJE AL TIEMPO
(Publicado el 22 de junio de 2008). (11)

No esperen que ocupe mi TIEMPO en analizar todos los refranes sobre el TIEMPO. Me ocuparé de algunos que son tan viejos como el TIEMPO.
No quiero referirme a todos.
Recurriré a los que con TIEMPO y paciencia pude recordar.
“Todo TIEMPO pasado fue mejor”. Es el producto de la añoranza. Tan sólo algunos acontecimientos de la niñez o de la adolescencia, que en esos momentos nos impactaron.
“TIEMPO al TIEMPO”. Gran verdad que el TIEMPO se encargó de confirmar.
Tampoco motiva estas divagaciones el que dice: “A mal TIEMPO buena cara”. ¿Acaso no incluye a los feos?
¿El señor TIEMPO no estará haciendo ejercicio ilegal de la medicina cuando dice que “El TIEMPO todo lo cura”?
No quiero referirme sólo al que dice: “¡No le contesté a TIEMPO!” No siempre tenemos una respuesta certera o irónica a mano. En esos casos es mejor esperar un TIEMPO prudencial para replicar con categoría. Pero tampoco se tomen tanto TIEMPO. Ya todo habrá perdido vigencia y vuestro interlocutor ya no se acordará de su exabrupto, por el TIEMPO transcurrido.





EL ARTE DE CONVERSAR
(Publicado el 29 de junio de 2008). (12)

Todos pensamos que CONVERSAR es patrimonio del hombre (ahora no me vuelvan a tratar de machista). En este caso el término hombre reemplaza a raza humana, de la que participa la mujer. Pese a que nos pese a los hombres, ellas han pasado a comandar el mundo, ya no simplemente por sus curvas. Se han esmerado en superarnos en base al estudio, el perfeccionamiento, el trabajo, la dedicación y también por sus curvas inquietantes.
Volvamos al comienzo de esta meditación. No estoy tan seguro que la conversación sea solamente patrimonio del hombre. ¿Acaso los perros, los gatos, los pajaritos y los caballos no ladran, maúllan, pían y relinchan? ¿No serán esas las conversaciones que únicamente ellos interpretan? ¿No han pensado que muchos humanos tienen lenguajes parecidos y aún más simples?
Como yo no entiendo el lenguaje de los animales me dedicaré al de otros animales más evolucionados para determinadas cosas. El de los hombres y el de las mujeres.
Nosotros nos arrogamos la aptitud de CONVERSAR. Sería bueno conocer su significación.
CONVERSAR: es cuando dos o más personas exponen sus opiniones ALTERNATIVAMENTE. Cuando sucede eso las personas DIALOGAN. Significa que nunca debe ser uno solo el que habla para evitar que sea un MONOLOGO. Es muy distinto CHARLAR, que es hablar demasiado, generalmente de temas intrascendentes o cotidianos. En ese preciso momento el que lo practica y se excede se transforma en HABLADOR O CHARLATAN. No dialogan, no respetan su turno e interrumpen al pobre que intenta contar algo.
El CONVERSADOR es prudente y platica de forma amena y agradable. Pueden tener un sólo defecto (todos no se la van a llevar de arriba). Suelen reclamar que los restantes conversadores los miren mientras hablan. Esto ha provocado toda clase de accidentes, desde accidentes de tránsito, derrames de infusiones en las piernas de algún tertulio o servir un cucharón de sopa hirviente en la falda de una de una invitada.
A esta altura dos ejemplos viene de perillas: CHARLATANA O HABALDORA (podrán pensar de nuevo que soy un machista asqueroso). Verán que no es una injuria. Las mujeres empiezan, cuando niñas, a hablar primero que los niños y terminan después, porque está demostrado que viven más. Volvamos a ella.
HABLADORA: “Hoy me levanté a las siete gracias al reloj de pared que me regaló Segismund. Me lavé, me puse la ropa de invierno y encima el pullover grueso que me tejió Sara (el interlocutor virtual no tendrá ni la más pálida idea de quienes son Segismund ni de Sara). Lo tengo nuevo aunque es de 1977”. Hizo una breve pausa porque en su afán de seguir contando frivolidades, se ahogó con saliva, que para bien de su oyente, había confundido la faringe con la laringe.
CONVERSADOR: Aprovechando las pausas que venía esperando desde hacia varios minutos y temiendo que su interlocutora, digo mal, unilocutora, continuara con la ropa que se había puesto, dijo Lucrecia: “Observo muy contrariado el panorama de la juventud actual. Ayer vi una película que trataba ese tema”.
Repentinamente Lucrecia, que ustedes muy perspicazmente, seguramente se dieron cuenta que era la HABLADORA (desde ahora la llamaré siempre la CHARLATANA, que aunque son sinónimos suena más agresivo) carraspeó, tomó aire y prosiguió con su lista de prendas. También hizo comentarios meteorológicos. Nuestro pobre CONVERSADOR se comprometió consigo mismo a pasar al grupo de los CONVERSADORES. Decidió poner su mente en blanco y no hablar más.





EL HOMBRE QUE RECUPERÓ SU ALMA
(Publicado el 6 de julio de 2008). (13)

José Benegas tenía veintiocho años. Trabajaba en el Morocco Junior, un hotelucho de dos estrellas. La hostería comenzó siendo tan sólo de una. “Recibió una ayudita del concejal Pirovano, que se apretó a la telefonista, a cambio de la segunda estrella”, murmuraban en la zona.
José cumplía todas las funciones: mozo, botones, encargado de mantenimiento, parquero, conserje y ayudante de cocina. En realidad, con la comida, se ayudaba a sí mismo.
Los patrones, Doña Gracia y Don Ángel, eran tacaños y crueles.
Durante la temporada, que rara vez superaba los cuatro meses, no se tomaban francos. Ganaba lo suficiente para ir muriéndose de hambre lentamente. No podía tener proyectos ni ilusiones. Acariciaba una idea loca: hacer un pacto con el Diablo y venderle su alma a cambio de lograr todo lo que le estaba vedado.
Transcurrió ese verano sin sorpresas. Pasó el invierno solo, como casero. El aislamiento ayudó a que la idea de vender su alma se hiciera obsesiva. Ese invierno le resultó más corto porque en octubre cesó el frío. “El verano se adelantó”, dijeron los dueños, que reaparecieron antes de lo habitual. Era un matrimonio mayor que apenas hablaba entre sí. A José lo manejaban con gestos, señas y algunos gruñidos.
En menos de una semana tenía el hotelito arreglado.
Un martes, a eso de las ocho de la mañana, paró un Mercedes rojo inmaculado. Bajó un chófer con uniforme y gorra grises. Abrió la puerta trasera derecha y bajó un señor muy bien trajeado, con cabello negrísimo y abundante, más prominente por encima de ambas sienes. Estaba meticulosamente afeitado y lucía bigote y barba negros, recortados con prolijidad.
José trató de bajar las cuatro valijas grandes y suntuosas. El chófer se interpuso y, sin hablar, las llevó a la conserjería. Allí ya estaba José o Pepe, como le decían sus amigos, con la chaquetilla blanca sobre el mameluco de mantenimiento. Llenó las fichas y luego dijo: “Los documentos los dejaremos para más tarde, total no se van a escapar”. El chiste o cumplido no causó ninguna gracia a los recién llegados y menos aún a Doña Gracia y Don Ángel. Acompañaron al huésped extraño, vestido de negro riguroso. Su palidez se hacía más cérea y seria por el contraste con su indumentaria oscura. El hombre de la gorra acarreó las cuatro valijas hasta la habitación número uno. La número dos la ocupó el conductor, changarín, guardaespaldas y seguramente valet del hombre de negro. Era múltiple como Pepe, pero con aspecto más severo.
Solícitos, Doña Gracia y Don Ángel, preguntaron a los huéspedes que deseaban comer.
-Mi patrón desea un corazón de cordero preparado al infierno y para beber una sangría. Para mí una milanesa a caballo y vino tinto sin soda ni hielo.
-¿Quién les parece que pudo ir a la carnicería? ¡Sí, Josecito!
-¿Tiene un corazón de cordero?
-¿Vos me hablás en joda?¡Te vendo medio cordero izquierdo y con el resto hagan lo que quieran.
Con la rapidez y la precisión de algunos cirujanos, Pepe extirpó el corazón, lo condimentó y lo cocinó. Preparó la sangría. La comida del chófer la aderezó el matrimonio odioso.
El galeno improvisado subió con el pedido a la pieza uno. Golpeó suavemente y lo recibió un: -¡Adelante! ¡Odio almorzar en el comedor!
-¿A qué se dedica, su señoría?
-Hijo, de entrada evité decirte mi nombre, pese a tu interés. Me llamo Lucifer o Satanás, pero mis allegados me llaman Diablo, a secas.
-Don Diablo. A mí me va muy mal. Soy pobre. Me explotan sin piedad. Trabajo como un burro y no tengo ilusiones ni proyectos.
-¿Te gustaría cambiar tu suerte? ¿A cambio de qué?
-Mire Don Diablo, a cambio de cualquier cosa.
-¿Venderías tu alma a cambio de lograr lo que ambicionas?
-¿Y también su traje negro con camisa blanca, moñito y los zapatos de charol?
-¡Por supuesto, todo lo que ambicionas!
-¡Trato hecho! ¡Mi alma es suya porque no pierdo nada! Ya se adueñaron de ella Doña Gracia y Don Ángel.
-¡De acuerdo José Benegas!
-¿Cómo sabía mi nombre, Don Diablo?
-¡Es que yo lo sé todo! Llenaré la póliza y firmaremos el acuerdo.
Primero firmó Lucifer y luego Benegas, quién quedó deslumbrado por el tamaño y el aspecto del contrato, con aires de póliza.
Letras rojas, filetes dorados y al final un sinfín de cláusulas en letra casi ilegible.
Benegas no leyó las condiciones porque los nervios le nublaron la vista. Satanás, con experiencias anteriores, autosuficiencia y por comodidad, tampoco las leyó.
Nuestro inefable Pepe saludó a su “benefactor” y al chófer y se fue sin pasar por el Morocco Junior. Puso las manos en los bolsillos y descubrió dos gruesos rollos de dinero.
Se instaló en un hotel lujoso de la Cadena Holiday Inn y ¡Oh sorpresa!
-¿Sabe quién lo esperaba junto al conserje? El chófer de la gorra con visera, que le dijo:
-A partir de hoy seré su servidor señor José Benegas. ¿Desea la suite presidencial? ¿Champaña? ¿El mejor sastre para que le confeccione ropa similar a la de mi ex patrón? Cuando termine con el baño junte sus harapos viejos, colóquelos en la bolsa de residuos y me la alcanza. Es nuestra costumbre guardarlos por un tiempo prudencial. Luego, lea la carta para que le alcancen el almuerzo. Puede hacer su siesta y si el señor lo solicita tendrá una joven y apetitosa compañía.
Así se fueron sucediendo los días.
Sin esfuerzos y sin proyectos. Todo lo que deseaba lo tenía en el acto. Una sensación de hastío y aburrimiento se fue apoderando de José. Ese sentimiento se agigantó y lo dominó por completo. También le agudizó su entendimiento.
-¿Y si leo lentamente y con atención las cláusulas del convenio?
-Si consigo todo lo que pido. -¿No existirá la posibilidad de que pidiera la rescisión del contrato?- Tanto Don Diablo como yo no leímos el articulado. Pero “quien busca siempre encuentra”. Casualmente uno de los últimos artículos expresaba claramente: “El benefactor de este contrato tiene derecho a pedir la recisión definitiva del convenio”, art. 365 inciso 19. El chófer le llevó la noticia al propio Satanás, que todavía se alojaba en la pieza uno del Morocco Junior. Al rato apareció Don Diablo, rojo como un diablo y le ordenó a su ayudante:-¡Rompé el contrato! ¡Pepe queda libre! ¡Devuélvele sus harapos!- Subió a su coche, y nuevamente el chófer de gorra y visera grises puso en marcha el Mercedes y desaparecieron para siempre.
José había recuperado sus ansias de superación, de concebir nuevos proyectos y de progresar, basándose en el esfuerzo propio. Ahora se sentía verdaderamente rico.




LA MUERTE DE ENRIQUE
(Publicado el 13 de julio de 2008). (14)


Todas las muertes, hasta las inexorables, son odiosas. Agoreras de lo que nos pasará algún día, ojalá lejano. Telón negrísimo que nos impedirá ver a seres queridos. ¡Al fin, una verdadera bosta!

Enrique, el “Enriquito” de su madre Antonia, el dormilón alegre de risa incontenible estaba próximo a partir. Nuestro compañero sin juicio y de andanzas inofensivas, había decidido poner fin a su vida.
Enriquito, ya le decíamos todos así, vivía a dos cuadras de una pompa fúnebre. Uno de los dueños tenía un hijo de su misma edad. Eran amigos y tenían 18 años.
Una tarde yo estaba de visita en la casa de Enriquito, practicando como de costumbre, boludeo libre.
-¿Vos tenés confianza en el hijo del funebrero?- Le dije.
-¡Sí José! ¡Confianza total!-
-¿Qué te parece si le pedís prestado un servicio, aprovechando que tus viejos se fueron y organizamos tu velorio?-.
-¡Genial! dijo Enriquito.
El hijo del pompero puso algunos reparos. Finalmente quedó en prestarnos un servicio de los más baratos para que el padre no lo notara. Elegimos un cajón grande para que cupiera cómodamente la humanidad enorme de Enriquito. Él lo probó y quedó chocho.
-¡Si parece hecho a mi medida!
-¡Qué bien te queda!- dijo Feliciano. Curiosamente, así se llamaba el hijo del funebrero.
-¿Tenés alguno más caro que no sea tan áspero?- preguntó el futuro “muerto”.
-¡No!, mi viejo tiene contados los más finos.
Esa noche ya estaba instalado el servicio completo en la sala de la casa de Enriquito. Antes de seguir con los detalles, me parece prudente que haga una semblanza de lo que representaba la sala. En esa época era la habitación más espaciosa y prolija de la casa. También la llamaban comedor, pese a que la gente comía en la cocina. Se reservaba para acontecimientos solemnes como recibir a un caudillo político que le había prometido un puesto público a algún miembro de la familia, generalmente joven y de sexo femenino. También para la visita de familiares o amigos ricos, o para la presentación de los novios oficiales de las “nenas”. Para bautismos y velorios.
En el centro de la sala en cuestión, colocamos los soportes de hierro con las clásicas volutas de las columnas como las de la casa de Tucumán. Encima el cajón minuciosamente nivelado. Dos candelabros, también con volutas y sus respectivos velones. Un Cristo enorme, ligeramente sonriente y el clásico tarjetero negro. Allí dejaban las tarjetas de pésame los que no querían asistir al velatorio, por intermedio de algún vecino comedido.
Volveré sobre el personaje central: el cajón. Estaba tapizado con sedalina blanca acolchonada.
Feliciano también había conseguido dos bandejas de metal, gastadas por el uso, con pocillos para café, y varias docenas de vasos con el monograma, casi ilegible, en letras doradas. Un buen número de sillas negras completaban el lúgubre conjunto.
Osvaldo, del que nos ocuparemos más adelante, ayudó a Enriquito a colocarse la mortaja enorme de tela blanca muy brillosa, mientras él no cesaba de reír. Su panzota acompañaba sin desafinar el compás de cada carcajada. Luego vendría la tarea más ardua: meter a Enriquito en el cajón. ¡Por suerte entró!
-¿Estás cómodo?-, preguntamos.
-Me parece que voy a necesitar una almohada y unas medias porque se me enfriaron los pies. Miren en el tercer cajón del ropero, elijan unas blancas que son de mi vieja-
Le entalcamos la cara para que pareciera pálido y lo rociamos con pétalos de rosa mosqueta, como quien hecha queso en los fideos.
Le confeccionamos con gladiolos blancos una corona ridícula. Le hicimos poner las manos sobre su vientre con los dedos entrecruzados sosteniendo una vara de gladiolo rojo. No nos quedaba ninguno blanco. Arrancamos todas las flores violetas del heliotropo de Doña Antonia, con la que improvisamos dos coronas. El heliotropo era una flor de perfume intenso común en esa época. Me quedó impregnado hasta ahora. Era penetrante y desagradable. Siendo muy chico colocaron mucho heliotropo en el velorio de mi abuelo que siempre me había parecido muy viejito.
Los demás éramos: Osvaldo, yo y Juan Carlos el nacionalista, compañeros de barrio y de colegio.
Cuando íbamos al Colegio Nacional, Osvaldo, al comando de un Graham Page, modelo 28, nos pasaba a buscar, y cuando llegaba a la casa de Juan Carlos, la madre le alcanzaba un vaso de jugo de naranja “para que su Juan Carlitos moviera el vientre”.
También se había agregado Feliciano, un poco por compañerismo, y otro poco para que no le destruyéramos el servicio funerario. Tenía la misma piel blanca cerosa de sus padres y de sus tíos.
Encomendamos a Juan Carlos para que avisara a primos jóvenes y amigos de Enriquito que mostró un rasgo de cordura. Prohibió terminantemente que avisaran a parientes mayores. A partir de ese gesto de hombría de bien volvimos a llamarlo Enrique.
También ordenó, desde su cómodo cajón, que le pusieran el tul que se usaba para cubrir el féretro, “porque una mosca me tiene loco”.
-¡Tráiganme una palmeta!-
- ¿Algo más señor muerto?-, le dijo Osvaldo.
¡Si!- Saquen todas las bebidas que guarda mi viejo en el ropero. La llave está en la mesita de luz de la derecha, para que mi vieja no la vea.
Pronto llenamos la mesa que tenía los vasos semi grabados, con botellas de anís, caña, guindado, Hesperidina, grapa, gin, moscato, semillón, whisky nacional, licor de huevo, Pineral, Amargo Obrero, Fernet, vermouth y algunas botellas de tinto. Parece que Don Sigfrido, el padre de Enrique, no era abstemio.
Comenzó la espera. De tanto en tanto Enrique se sentaba y se fumaba un Commander. Sonó el timbre varias veces. Acomodamos el “muerto”.
Apareció el primer incauto, un primo que preguntó alarmado:- ¿Cómo fue?¿Cómo sucedió? ¡Pero si el gordo vendía salud!-.
Se acercó al cajón. Temblaba. También comenzó a temblar Enrique para contener la risa. Su tórax y abdomen se abombaron. Parecían a punto de explotar. Su rostro era ahora pletórico y rojo azulado. Soltó una carcajada descomunal acompañada por una nube de saliva y mocos. El tul nos salvó de la lluvia. El primo se empezó a reír .Ya  tenía en sus manos sendos vasos: uno de gin y otro de grapa. Después que se tomó los dos le avisamos que no se podía ir.
-¡Muy bien!- dijo-¡Así podremos gastar a los que vengan! ¡Nadie debe avisar sobre esta joda!-.
Otro timbrazo.
Nuevos retoques y recomendaciones para que el difunto mantuviera compostura y seriedad.
La escena se fue repitiendo con más de treinta amigos y parientes jóvenes. Las botellas de Don Sufrido fueron bajando su nivel. El café corría como ríos azabache. La jarana era general. Como entre los engañados había primas y amigas del finado se generó un baile. Enrique, que también había tomado sus buenos copones, ayudado por varios “deudos” tambaleantes, logró salir del cajón y se sumó a la danza. Su aspecto era desopilante, con la corona en el cuello, la mortaja arremangada y las medias blancas de la madre en sus pies planos, bailoteaba sin ton ni son.
-¡Rin, Rin!
- ¿Otro timbre?-. ¡Ya están todos los de la lista!
- ¿Habrán vuelto los viejos?-
Para entonces serían las tres de la mañana.
-¡Abro yo!- dijo Osvaldo, haciendo honor a su sobrenombre de la Bestia de Belzec. Apareció el pompero padre, con sus hermanos y varios empleados. Vestían guardapolvos grises con gorras del mismo color y viseras negras. Estaban furiosos. Lucían rostros pálidos. Tenían el color que les concede la profesión
-¡Feliciano!-
-¡Ayudá vos también!-
-¡En casa hablaremos seriamente!-
-¡Creo que el que va a ir a un cajón, pero en serio, sos vos!-
-¡Encima me rayaron la tapa del modelo estándar!- gritaba el funebrero.
En contados minutos se llevaron el servicio completo.
Quedamos los cuatro solos. Veinte botellas vacías nos miraban indiferentes.



PESADILLAS
(Publicado el 20 de julio de 2008). (15)

Hace unos años Aroldo fue a un velorio. Iba bien predispuesto porque era un compromiso social. No conocía al difunto que era muy viejito.
Estacionó su auto. Cumplió con el ritual. No conocía a casi nadie. Solamente a una nieta. La saludó. Ella esbozó un gemidito y desapareció tras bambalinas. Cuidándose de que la nieta no notara su rápida escapatoria, se escabulló.
Fue a buscar el auto y ahora también las llaves. No las encontró. Recorrió una y mil veces las cercanías. Pese a que era un día de invierno muy crudo, transpiró a mares o a ríos ¿por qué siempre tiene que ser a mares? ¿Acaso los ríos no son también húmedos?
Volvió al velatorio con la esperanza de encontrar el llavero. Como había estado sentado fugazmente en un sillón cerrado por los costados y por atrás (por delante estaba abierto porque sino hubiese sido un segundo cajón), pensó que su llavero había quedado en uno de los repliegues pero, ¡minga! ¡No apareció! En eso estaba cuando se le acercó la nieta del viejito viajero y coqueteando un poco le dijo: ¿Otra vez aquí? ¡No tenías que molestarte tanto! ¡Sos un dulce! (la nieta era menos atractiva que una langosta con anteojos).
Aroldo huyó y encima, sin las llaves. Siguió recorriendo calles y de golpe pensó: ¿no se lo habrá llevado la grúa? Fue al depósito Municipal. ¡Allí estaba su Fiat 147! Tomó un taxi y fue a su casa a buscar el segundo juego. Pagó la multa por mal estacionamiento y lo recuperó.
Desde entonces lo persiguen pesadillas monotemáticas: robo o extravío de su auto.
Ahora repasemos un poco el tema de las pesadillas. Mis considerados lectores: todos sabemos que APRENDER siempre tiene a sus espaladas el Genio maldito de OLVIDAR. Quien les escribe tiene el suyo y quizás sea aún mayor que el de ustedes. Por suerte hay un tercer Genio. Bueno, que suele ser infalible, el de REPASAR O RELEER.
PESADILLAS: son los sueños que estremecen. No son estáticos. Casi siempre guardan relación con algún acontecimiento que nos marcó. Tienen mucho que ver con fobias actuales o antiguas. Es un mal sueño. Pueden hacer que sientas ansiedad, miedo o enojo. Son irreales y no dañan.
“Cuando duermes, tu cerebro sigue funcionando para el llamado sueño REM (movimientos rápidos que hacen los ojos aunque permanezcan cerrados). Durante el mismo puedes tener sueños aterrorizadores. Más o menos cada noventa minutos tu cerebro alterna entre el sueño REM y el no REM. Los períodos largos del REM ocurren en la mañana. Por eso cuando te despiertas, será más fácil que los recuerdes. Tus sueños y pesadillas más vívidas ocurren en las primeras horas de la mañana.
Algunos médicos aconsejan cosas que para un adulto que se precie, son impracticables o ridículas:

1)      Ir a la cama y despertarse a la misma hora (como cuando Mandela estaba preso).
2)      Dormir con un peluche o cobija favoritos (¿pensarán que somos nenes pequeños?).
3)      Usar una lámpara prendida toda la noche. (¡con lo que cuesta la luz!)
4)      Dejar la puerta abierta.(¡Con los chorros que hay ahora!)
5)      Contarles a otros suele aliviar (¿te imaginás que puede pensar un cajero de un banco, con una gran cola detrás tuyo, si le contaras tu última pesadilla?)
6)      Llevar un diario de tus pesadillas (¡esto es una verdadera pesadilla!)
7)      Acurrucarse con algún familiar (mejor con alguna amiguita o amiguito). Si son casadas o casados, esto me parece una avivada.
8)      Usar chupete. Es demodé, cómico y muy ridículo particularmente para los que usan bigotes grandes.

Todo esto me parece una huevada.
Volviendo a otros ejemplos, la tan frecuente pesadilla de que te falta una materia para recibirte aunque lleves varios años ejerciendo, caerte en un pozo sin fondo; estar rodeado de cucarachas, sapos, víboras o cualquier bicho abominable. No incluyo parientes ni personajes que no nos gustan ni medio.
No encontrar el auto que dejaste estacionado, como en el caso de Aroldo o que te lo robaron.
Esa pesadilla también la sufro yo. Quizás sea más frecuente entre despistados. Los ordenados, como ya dije antes, anotan todo prolijamente.





SERENDIPITY O SERENDIPIAS
(Publicado el 27 de julio de 2008). (16)

Existió en la antigüedad el Reino de Serendip.
Actualmente es la república de Sri Lanka, en Asia. Antes se llamaba Ceilán. Allí vivían tres príncipes que tenían el don de realizar descubrimientos casuales o impensados. Sería algo así como intentando buscar un antibiótico tal se descubriera un calmante cual. O como en la antigüedad, que procurando llegar a determinado lugar, sin saberlo descubrirían otro.
Un inglés ideó la palabra Serendipity. No tiene traducción al castellano. Se usa el galicismo Serendipia, aún no aceptado por la real Academia.
Veamos algunos ejemplos a lo largo de la historia:
250 A.C.: se describió el Principio de Arquímedes. ¿Quién? ¡Arquímedes en persona! Es aquel que dice que los cuerpos sumergidos tienden a flotar, salvo que sean más pesados que el agua.
1493: Colón en un intento de llegar a Indias halló América.
1516: Solís creyendo que era un mar descubrió el Río de La Plata.
1770: Luís Galvagni disecó una rana y la dejó extendida sobre una mesa. Un visitante imprudente la tocó y los músculos se contrajeron. Así descubrió la corriente animal.
1990: El físico alemán Röetgen inventó accidentalmente los Rayos X.
1928: Fleming nos legó la Penicilina en forma casual.
1931: El ingeniero Marconi inventó la telegrafía sin hilos de manera fortuita.

En 2003 tuve mi propia Serendipity. Descubrí de casualidad una película con el mismo nombre. El protagonista se había sentido atraído por la chica A. Gracias a eso conoció a la chica B, de la que se enamoró perdidamente. 





PAREJAS
(Publicado el 3 de agosto de 2008). (17)

Vale la pena refrescar la memoria de mis devotas lectoras y de mis no menos devotos lectores, que las parejas actuales suelen ser efímeras. Las resistentes al tiempo son las que están constituidas por esposas sometidas y esposos machistas ¿Siempre será así? ¡Mmm! Son las que alcanzan a festejar las BODAS DE ORO (como mi esposa y yo). Otros más pertinaces llegan a las de PLATINO y finalmente, los sobrevivientes, logran las muy poco frecuentes BODAS DE MILAGRO. Las restantes parejas se disuelven a veces bruscamente o se van desgastando con el uso (aunque el uso que hacen sea cada vez menos frecuente). También están los de camas SEPARADAS, por el eterno: ¡qué dirán!
Los de cama AFUERA, que pueden llegar a terminar con cama ADENTRO, o viceversa.
Incluiremos también a las parejas OCACIONALES, que no logran acumular puntos para aspirar a ninguna de las estatuillas de BODAS.
Recuerden que con un poco de paciencia se puede lograr alguna. A saber: 1 año: BODAS DE PAPEL (generalmente terminan con un papel sobre la mesa que dice: “Fui a comprar cigarrillos o me rajé a vivir con mi vieja”), 2: DE ALGODÓN (suele terminar bruscamente con algún herido), 3: DE CUERO (pueden acabarse cuando se empiezan a sacar el cuero a sus respectivos parientes muy cercanos), 4: DE SEDA, 5: DE MADERA (pueden interrumpirse por algún palo por el mate), 6: DE HIERRO (esta es la más jodida porque me suena a arma blanca), 7: DE LANA, 8: DE BRONCE (son las más alegres por el “Bronce que sonríe”), 9: DE ARCILLA, 10: DE ESTAÑO, 12: DE HILO (con esa excusa alguno de la pareja sale a la pesca), 15: DE CRISTAL, 20: DE PORCELANA (estas dos últimas, aunque parecieran perennes, suelen ser frágiles), 25: DE PLATA, 30: DE PERLA, 35: DE CORAL, 40: DE RUBÍ, 45: DE ZAFIRO, 50: DE ORO, 55: DE ESMERALDA, 60: DE DIAMANTES y 65: DE PLATINO.
Pido mil perdones a los señores esposos que suelen cargar con los muertos. ¿Se fijaron que cuando el hombre ha llegado a una edad, en la que ha acaparado muchos mangos, aparecen las bodas más costosas: las de plata, perla, coral, rubí, zafiro, oro, esmeralda, diamante y platino?
¡Las esposas no tienen un pelo de sonsas!





LA MUJER SIEMPRE PIERDE
(aunque en el balance final siempre gana)
(Publicado el 10 de agosto de 2008). (18)

De entrada nomás ya le endilgaron el rótulo de “Bruja”.
El Catolicismo fue cruel con ella, a través de la manzana.
Ya, cuando nacen, casi todos dirán: “¡Otra chancleta!” Y es peor aún cuando preguntan: “¿Siguen buscando al varón?”.
Los padres, sin siquiera sospecharlo, somos machistas. Ocupamos parte de nuestro tiempo libre en entretener al varón. Muchas veces son alentados por nuestras esposas con un “vos salí con los varones que son molestos y yo me quedo con la nena que es más buena y, de paso, me ayuda”.
Cada uno de nosotros, los papás, canalizamos nuestros propios gustos en ellos: la caza, la pesca, el fútbol…
Cuando una mujer triunfa en una actividad importante, siempre habrá alguno que murmure: “Debe andar con algún tipo influyente”. La exime de esa acusación la fealdad y la vejez extrema.
¿Por qué se afirma que “dos pelos de…tiran más que una yunta de bueyes?”. ¿Acaso no es bien sabido que una buena pistola de repetición supera a toda erudición?
Y el cada vez más frecuente acoso sexual femenino? ¿Y la fama siniestra de las suegras? ¿Y cuando se afirma que “la culpa es de las madres y de las tías que lo mimaron tanto que ahora es travesti en Gualeguaychú?”.
¿Y cuando un tipo peludo llora por algo groso? Dirán: “Llora como una mujer”. Y en el caso de que el nene tenga varias novias, los papitos comentarán: ¡Es un fenómeno! En cambio si su hermanita tuvo varios filitos (perdón, se me escapó un arcaísmo), las vecinas murmurarán: “Les salió medio putita”.
Pese a todas estas “contras” que tienen las mujeres, yo las seguiré amando y admirando. ¡Y ni qué decir que una cantidad cada vez mayor de señores se obstine en pasar al bello sexo!



DE CÓMO LLEGAR A LOS 90 SIN DAR LASTIMA
(Publicado el 17 de agosto de 2008). (19)

La expectativa de vida va en aumento de manera imparable. Hay países del tercer mundo en los que la mujer ya supera holgadamente los 80 años de promedio.
Por supuesto que el factor genético es muy importante. El que tiene madre longeva corre con ventajas. El que tiene ambos padres longevos, ni te cuanto.
Sobre los otros factores que inciden en una mayor sobrevida, han sido repetidos hasta el cansancio. Como ustedes aún no están agotados, recuerden algunas pautas: alimentación baja en grasas, salud dental, ejercicios adecuados como caminar, no fumar, poco alcohol, continuar hasta edades avanzadas con un trabajo realizado con vocación. No pelear con la realidad mediante una serena aceptación. Es muy útil la sumatoria de la moderación y la disciplina.
Las actividades más complejas como escribir, leer, tocar un instrumento musical, hacerse amigo de la computadora o dibujar ayudan a crear nuevas reservas para compensar las pérdidas neuronales del proceso de envejecimiento.
Evitar hablar de dolores o de enfermedades propias o de otros.
Hablar lo necesario e intentar no repetir permanentemente lo mismo. Es conveniente anotar en una libretita lo que ya fue contado.
El mismo hecho de escribir, aunque la letra sea ilegible, confiere al que lo hace un aire de suficiencia que suele ser muy admirado por los otros vejetes.
Encontrar el lado humorístico de las situaciones difíciles.
Todo esto y muchas cosas más pueden garantizar una existencia satisfactoria en la ancianidad.



VISITAS GUIADAS AL DENTISTA
(Publicado el 24 de agosto de 2008). (20)

Pese al enorme afecto que les profeso a los odontólogos, no puedo negar que les tengo terror. Puede que sean tus amigos, tus amantes o hasta tus propias madres. En el preciso momento en que preparan sus jeringas o el torno: ¡chau con los afectos! Te hacen abrir la boca y te colocan el “chupasaliva”. Allí terminó el breve diálogo de recibimiento. Los o las sacamuelas comienzan su tarea.
Mientras te atienden, algunos silban melodías sin ton ni son o tararean ritmos sin son ni ton. Nosotros, los pacientes, sin poder hablar, escuchamos cómo nuestra saliva, es aspirada con la fruición de un pato buscando caracolitos.
Aquí tendría que iniciarse la “visita guiada”. ¿Qué le costaría al distinguido profesional empezar, como lo hacen los guía turísticos, con sus frases acuñadas? Mientras señala con el estilete: “Estamos pasando por los pintorescos incisivos rumbo al canino izquierdo. Allí veo profundas caries que remedan al Valle de la Luna. Le haré una anestesia que no le dolerá. Usaré el torno con discreción”. En tanto, usted o yo, no nos sentiremos desechos humanos.
-¡Mumm! ¡Ay! -¿Duele?-
De nuevo la “visita guiada” nos entretiene un poco. “Mientras toma la anestesia” nos dice nuestro buen odontólogo, “le sacaré unos montículos de sarro que datan del 2000 D.C. y un trozo pequeño de escarbadientes, de la misma época. Ya ampliados los buracos de las muelas afectadas, el guía odontológico agrega: ¡Veo, también, una lengua bastante sucia y una campanilla vistosa! ¡Ahora preparo la mezcla para hacer el bacheo y la lámpara de luz ultravioleta!
Mientras nos alivia, al sacar el maldito aspirasaliva, el dentista nos dice: ¡No coma nada duro! ¿Le gustó el paseo por la Boca? ¿Fui claro con los datos históricos? ¿La descripción del paisaje fue amena?
¡Venga el martes a las 17 horas, que lo seguiré paseando!





EL CIERRABOCAS PARA VIAJES
(Publicado el 31 de agosto de 2008). (21)

Uno de los espectáculos más desagradables es ver a una dama o a un caballero cuando duermen.
Puede ser en un viaje, en una conferencia (generalmente el que se duerme es algún oyente) o en un responso.
No quisiera aburrirlos a ustedes con datos pero es importante recordar que los maseteros, son los músculos que, contraídos, mantienen el maxilar inferior elevado. Cuando se relajan la boca se abre, y muchas veces se ve acompañada por la arcada inferior de la dentadura postiza. Es peor aún si la dentadura completa comparte el movimiento. Es ahí donde la belleza de la dama o la elegancia del caballero se van al tacho.
Registrada con el nº 12.322.699.101 de Patente Internacional, figura el “Cierrabocas” o “Sostén de mandíbulas para viajes”. Veamos el esquema. Quizás no sea muy elegante. Pero tiene la ventaja de que mientras no se usa puede aplicarse sobre la frente o en la cabeza.
No queda mal y puede mantener el pelo en orden. Eso en el caso de tenerlo: “A falta de pan buenos son los dientes”. Traducido al lenguaje corriente, si se falta el pelo, el artefacto lo disimula.
Tan pronto como tus párpados te empiezan a pesar, ajustás el adminículo a tu mentón y asuntoo arreglado.
Recordá siempre que “en boca cerrada no entran moscas” y que: Mentón caído=Hombre Dormido.





EL ANCIANATO
(Publicado el 7 de septiembre de 2008). (22)


En un viaje reciente a la República de Panamá, me impactaron dos cosas. El canal, que conocía de memoria por lecturas y fotos. En segundo lugar, los “ancianatos”.

Mientras hacía un recorrido por los alrededores de la ciudad, vimos, de lejos, unos edificios blancos en la espesura de la selva. Nos dijeron que antes eran leprosarios. Con la casi extinción de la lepra, los usaban como “ancianatos”. El término me pareció pintoresco y hasta simpático. Nosotros usamos denominaciones fonéticamente más duras: geriátricos o instituciones de gerontología. Hay terminologías más “light” y finolis para eludir su verdadero significado: depósito de viejos. Son los llamados: hogares residenciales, aparts de sostén y mantenimiento, semi residenciales (con cama afuera), hogares modelos, dulces retiros y mil boludeces más.
Aprovechando el tema de la longevidad, mis jóvenes y vitales lectores, no crean que me la paso hablando de la vejez.
En el año 2004 expuse un dibujo de un viejito que festejaba, a los gritos, que se había reconocido la Cuarta edad: "¡Quiero una borrega!", “¡Deseo ser abuelo de nuevo!”
Yo no me imaginaba que cuatro años después, se aceptaría, como ahora, la Cuarta edad. Es de los 80 pirulos para arriba.
¿Fui un visionario?: el sustantivo me queda grande.
¿Inteligencia? Nunca la tuve.
¿Imaginación? Es posible.
Como siga aumentando la longevidad, me aventuro a decir que ya se viene la Quinta edad. Lástima que los aventurados que la alcancen, no tendrán Viagra que los ayude. ¡Ni aún en toneladas! Las damas de la Quinta edad, que siempre serán más numerosas, ya no recordarán nada del sexo.





EL PAYADOR DEL BONSAI
(Publicado el 14 de septiembre de 2008). (23)

En TV se usa a menudo la frase: “El tiempo es tirano”. Es una manera elegante para rajar a un invitado cargoso o a algún cantor, que no para de “gorjear”.
En las ciudades, el tirano es el espacio. Tanto que en la abigarrada urbe porteña, ya no queda lugar ni para un solo árbol doméstico. Pensar en un ombú? (No nos olvidemos que llegan a medir hasta quince metros de altura y otro tanto de diámetro).
Don Cirilo, por razones que desconocemos, tuvo que dejar su querido Puán, para mudarse a una casa del tranquilo barrio de San Cristóbal, de la capital. No se olvidó de traer a su vieja guitarra y letras de milongas sureñas.
Lo primero que hizo, fue plantar tres pequeñas semillas negras de ombú, en un cantero de un metro cuadrado. Era lo único, en el lote, que se había salvado del cemento. Su señora no lo contradijo: -¡Total, hasta que crezca!-
Cirilo, tanto para ir tirando, se compró un bonsái de ombú. Todas las mañanas, las tardes y las noches, cantaba sus estilos: vidalitas, cifras, sin olvidarse nunca de las milongas sureñas. Con la mano izquierda sostenía la maceta, con su mini ombú, sobre la cabeza. Con la derecha se acompañaba, como podía. Tanto la música como el canto le salían muy mal. Así lo comentaban sus sufridos vecinos.





HISTORIAS DE LA SIRENA Y EL CENTAURO
(Publicado el 21 de septiembre de 2008). (24)

Una sirena rubia jugueteaba alegremente en el agua. Pasó por ahí un imponente centauro y sus miradas se cruzaron. Entonces ella, se acercó a la costa y le dijo:
-¡Qué buena pareja haríamos! Yo mejoraría tu estilo para nadar y vos me llevarías a pasear en tus ancas (ya desde esa época las damas tomarían las primeras decisiones).
El aceptó sin reparos. La sirena le enseñó sirenamente (perdón, quise decir serenamente) y nadaron juntos. Muy juntos.
-¡Ahora me toca a mí pasearte por el prado!- dijo él.
La sirena entonces se las ingenió para trepar sobre el lomo del centauro. Lo hizo como montarían, siglos después, las damas, dejando ambas piernas sobre el costado (claro que nuestra protagonista no tuvo más remedio que dejar la cola en esa posición por no poder hacerlo a horcajadas).
El paseo resultó muy agradable y fructífero. Surgió, entre ambos, un amor fulminante que los unió para siempre.
De la unión de una sirena sin piernas y un centauro con cuatro patas nacieron dos hermosos caballitos de mar.             



COSTUMBRES
(Publicado el 28 de septiembre de 2008). (25)

El hombre es un animal de costumbres. Pueden ser buenas o malas. Nos ocuparemos de las buenas, de las malas quizá lo hagamos en próximos encuentros. Con el tiempo algunas intercambiaron sus roles.
Veamos algunas tomadas al azar: sacarse el sombrero para saludar a una dama (ahora casi nadie usa sombrero).
Dejar el lado derecho a la mujer que acompañás. Además de pasado de moda, se torna difícil saber quiénes cumplen los roles de mujer o de hombre. Por eso es común verlos caminar a uno detrás del otro. Aclaro que aquí no me refiero a esos matrimonios muy viejitos, en los que suele ir adelante el que puede caminar mejor.
Otro ejemplo es pedir la mano de una chica. Ahora ellas te arrebatan el cuerpo entero.
Otro rito tiene que ver con los duelos y los lutos prolongados. Los velatorios ahora son fugaces o desaparecieron. No digo que se hayan transformado en una fiesta, pero van encaminados a eso. En países actualmente “civilizados”, durante el evento, se llevan a cabo comilonas bien rociadas.
Vayamos a hechos más simples, relacionados con las costumbres.
Cada uno conoce su propio hábitat como la palma de su mano. Basta dejarlo, durante las vacaciones, y empiezan los desencuentros: -¿Cómo se abre la puerta de la habitación? -¿Cómo giran las canillas del baño? -¿Será difícil prender el televisor? -¿Conectarse con la pieza de los amigos que nos acompañan?
Para ir a cenar: ¿la mujer, de largo, el hombre con bermudas?
En cambio los animales no tienen esos problemas. Son ellos los verdaderos animales de costumbres. Costumbres ancestrales que no se modificaron en el curso de los siglos. Son atávicas y se repiten siempre de igual manera. No admiten las modas. Los nidos serán siempre iguales, las parejas tienen asignadas sus tareas, no se pintan ni depilan. No hacen pilates.
¿Acaso no merecen ser envidiados por nosotros, los falsos animales de costumbres?





EL LAVAGENTE
(Publicado el 5 de octubre de 2008). (26)

Así como existe la lavadora eléctrica, inventada por Alva Fisher, en 1901, ¿qué les parecería contar con un “lavagente”, para ambos sexos?
Veamos las motivaciones, mis límpidos lectores.
Nadie puede negar que en verano, el baño es una delicia. En invierno: ¿pensaron en los ancianos, los friolentos y los cómodos?
Pasemos a hacer una rápida descripción del artefacto. Altura: dos metros (sin ofender a los petisos). Contaría con una puerta de cierre hermético, con ojo de buey, como las lavadoras corrientes. Dentro una silla sin tabla en el asiento. El pico más poderoso estaría ubicado debajo de la silla, como elegante bidet. Para entrar solamente harían falta antiparras. Un tablero mostraría el menú con todas las opciones.
Los espejos serían anti-empañado.
Terminado el lavado se conectaría el botón de “secado” y finalmente el de “perfumado”.
Tiempo total del procedimiento: 6 minutos.
Sobre la puerta un cartel pregonaría: “Todo aquel que permaneciera más tiempo, quizá esconda alguna costumbre pecaminosa”.
A.C.A.





CAMBIO DE ROLES
(Publicado el 12 de octubre de 2008). (27)

Mis lectores astutos. Imagínense un cambio de posiciones de los personajes de la historia. El médico sentado en la silla del paciente y éste apoltronado en el sillón del galeno.
Surgirían diálogos locos como los siguientes:
-¿Usted camina sesenta cuadras como me indica a mi?- Por ser esclavo de mi profesión y para servirles más rápido, soy devoto del auto.

-Siendo cirujano plástico:
-¿Por qué tiene semejante narigota? -¡Es un recuerdo de familia!

-¿Por qué usted fuma y a mí me lo prohíbe? -¡Cuido tu bolsillo, hijo!

-¿Cundo usted se enferma, tiene miedo? -¡Mucho más que ustedes! Pienso en todas las enfermedades que conozco y temo padecerlas.

-¿Doc, sería capaz de tomar veinte pastillas por día, como me indica a mí? -¡Las pastillas son para tomarlas, no para contarlas!

-¿Que lo induce a dejarme tomar media copita de vino y usted se chupa todo? -¡Son regalos sagrados de mis enfermos que no puedo despreciar!

-¿Usted usa reloj de arena? -¡Sí! Mi consultorio es un desierto.

-¿A qué se debe que, dedicándose a hacer crecer el pelo, sea usted pelado? -¡Me arranco los cabellos pensando en fórmulas nuevas!

-¡Su letra es ilegible! -¡Así no se ven las faltas de ortografía y de sintaxis! Además contamos con los farmacéuticos, que son grafólogos y descifran jeroglíficos.

-¿Usted que opera a todo el mundo, se operaría? -¡No! Me impresiona la sangre propia.

-Siendo hematólogo. ¿No se cree Drácula? -¡Su chiste es malo! Empezaré a mirarle las yugulares.

Lo malo de todo esto sería que el enfermo (sentado provisoriamente en el lugar del médico) le cobre la visita.





EL BESO
(Publicado el 19 de octubre de 2008). (28)

Es una práctica difundida en el mundo, desde los albores de la creación.
En la antigüedad, los caballeros besaban a las damas, en el dorso de sus manos. Seguramente que, en el interior de las habitaciones, los encuentros serían más turbulentos.
El beso en la mejilla –que en el 900 era una osadía– ahora es costumbre, aún entre hombres.
El beso en la boca se ve con más frecuencia. Ya en el cine yanqui de los cincuenta, era común que los padres besaran, en la boca, a sus hijos adolescentes.
Aclaro que eran besos austeros.
¿Pensaron, mis lectores besuqueiros, cuántas clases de besos hay?
La falta de espacio sólo me permite citar algunos. De no ser por ese pequeño detalle, llegaría a enumerar no menos de cincuenta.
Robados: En la actualidad la ladrona es la mujer.
Casuales: Es por accidente, sobre todo si se lo damos a una nonagenaria.
Apasionados: Llegan a provocar hemorragias y pérdida de piezas dentarias.
Entre narigones: Suele ser problema de ingenio o de ingeniería.
Entre dentistas: Siempre va precedido de cepillado enérgico, uso del hilo dental y buches con Listerine.
De compromiso: (no matrimonial). Es un roce ligero y sin gracia.
Alimenticios: Es un intercambio de caramelos, chicles o albóndigas.
Paternales: En especial, si él es un señor mayor y ella una busca que lo llama “papito”.
Soplados: (sobre la palma de la mano o sobre el índice). Una boludez.
Beso negro: Mejor no hablar. Existe abundante bibliografía al respecto.
Estrepitosos: Suelen ser húmedos. Provienen, en general de tías viejas y gordas.



PORQUE TODOS LOS DIAS SON "EL DIA DE LA MADRE"
(Publicado el 26 de octubre de 2008). (29)

El 25 de mayo de este año publiqué aquí un relato:
“Reivindicación de un padre a través de sus hijos”. Las madres no precisan ningún tipo de reivindicación. Son madres y punto.
Desde los albores de la literatura, de la pintura, de la música y del resto de las artes, han sido homenajeadas hasta el presente.
La madre, mather, la vieja, la drema, la malber, la iddishbe mome, la mamma y el resto de las madres del mundo, han cotizado siempre muy alto (adecuado al momento en que vivimos).
Como si fuera poco un solo hijo, muchas de ellas, se despachan con quintillizos, sextillizos…Son las madrazas o mayoristas de la reproducción (en especial si los crían).
Ahora algunos diálogos, menos formales, para entretener un poco a mis distinguidas madres lectoras.

-¡Nuestro último hijo vino de contrabando!
-¿Tuviste problemas en la aduana?

-Mi hijo Josesito fue una sorpresa para todos!
-¿Nació de un repollo?

-¡Querido, este hijo nos trae un pan bajo el brazo!
-¿Para qué? ¡Somos panaderos!

-Amado esposo, te tengo una sorpresa: ¡Voy a ser madre!
-¿Y quién es el padre?

MADRES: Estas chanzas ¿no serán motivo para que nunca más quieran ser madres?
De ser así retiro lo dicho!





CONTROL REMOTO
(Publicado el 2 de noviembre de 2008). (30)

¡Qué alentador sería disponer de un control remoto que permitiera hacer desaparecer todo lo que nos molesta de la vida real! No para siempre. Dejar que el personaje vuelva a aparecer, no demasiado pronto, para borrarlo de nuevo “como juega el gato maula con el mísero ratón”.
¡Se imaginan las listas interminables de candidatos que tendríamos cada uno de nosotros! Parientes imbancables. Conocidos insufribles. Actrices y actores acartonados. Cómicos que no hacen reír sino que son el hazmerreír de todos. Animadores de TV que desaniman. Cantantes (o mejor dicho cantores) que desafinan. Personajes mediáticos perecederos. Ídolos de masas que ni siquiera son reposteros. Vedettes que nunca bailaron ni cantaron y que perduran a pesar de sus arrugas -que disimulan las cicatrices de las cirugías estéticas reiteradas-. Legisladores en ciernes que prometen lo incumplible. Autoridades que cuidan e incrementan sus patrimonios en detrimento de nuestra amada y esquilmada (me salió en verso) República.
Ni que decir lo sencillo que sería hacer desaparecer transitoriamente a esposas enojadas, maridos pesados y a todas las suegras (por los siglos de los siglos, Amén). Esto último sería hacer zapping higiénico.
Estas divagaciones datan del año 2005. La casualidad hizo que en noviembre de 2007 Frank Coraci filmara una película, que no trascendió, titulada Click. Que coincidencia.





¿CAMA ADENTRO O CAMA AFUERA?
(Publicado el 9 de noviembre de 2008).(31)

Esta duda data de más de dos siglos y persiste hasta hoy. Origen: desde esa época la empleada doméstica podía ser con “cama adentro o con cama afuera”. Por ese motivo existían las habitaciones de servicio. Más recientemente avalan esta idea los avisos por diario y por internet: “Se necesitan empleadas cama adentro o cama afuera”.
Basado en estos antecedentes surgió la entidad actual: Cama adentro: (consiste en tener esposo/a, pareja y vivir juntos). Aclaro que no necesariamente tienen que vivir los tres juntos.
Cama afuera: es tener amor o sexo fuera del hogar (el hogar paterno está en discusión). Una especie de delivery de caricias.
Recordemos, lectores nómades míos, que tener cama afuera no es tenerla en el patio, el balcón o el techo. Parecería que las damas han tomado la delantera. Suelen ser de la cuarta década, sin compromisos o aún con ellos. Suelen publicar: “se busca hombre con cama afuera”. La edad y los atributos también se agregan en especial, estos últimos. Para ella es una manera elegante de dejar de ver la tabla meada, el rollo sin papel, pelos de todo tipo en la bañera, graffitis en el inodoro, que la basura esté sin sacar.
También para evitar que el Don Juan se pase todo el día preguntando a su musa: ¿Cuándo cobro?, ¿dónde están las medias?, ¿esta corbata combina?, ¿dónde me escondiste los anteojos?, ¿pagué la factura de la luz?, ¿tomé la pastilla para el colesterol?, ¿cuándo cumple años mi hermana?
Ellas aseguran: Para qué lavar más ropa, ordenar el placard a cada instante, recoger medias y slips sucios esparcidos por toda la casa, tener más ropa para planchar (salvo que se trate de una cábala para que gane mi equipo favorito) o limpiar la hornalla chorreada con comida.
En definitiva: ambos terminan por decir al unísono y muy convencidos: “Así estamos bien. El amor muere con la convivencia”.



DIME CÓMO ESCRIBES Y TE DIRÉ QUIÉN ERES
(Publicado el 16 de noviembre de 2008). (32)

Los dichos o refranes generalmente son antiguos y pasados de moda. Aún así los seguimos usando. ¿Los jóvenes los entenderán o los repetirán como loros? Muchos de ellos hacen referencia a objetos o situaciones que no conocieron: “En casa de herrero cuchillo de palo”; “Tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe”; “Se cuecen habas”.
Los jóvenes actuales tendrían la obligación de dejar a sus hijos refranes más modernos y aplicables. Ahora, mis lectores letrados (tendría que llamarlos mis escritores letrados), nos ocuparemos de nuestro tema: dime cómo escribes y te diré quién eres.
Existen dichos parecidos relacionados con otras cosas: “Dime como hablas y te diré quién eres” (teléfono, celular, SMS), “Dime como comes y te diré quién eres” (muy apropiado a las dietas de adelgazamiento en boga).
Ahora ingresamos en nuestro tema. Según la manera de empuñar la lapicera puede llevarnos a conocer mejor al fulano. Si es un tipo o una tipa formal, iracundo, avaro, pedante, infantil y hasta la actividad que ejerce. También puede servir para reconocer si el sujeto es diestro o zurdo. Por supuesto que este trabajo observacional no tiene nada que ver con la grafología (estudio de la personalidad a través de la escritura). Pasemos a los ejemplos de los dibujos:




LAS MANOS
(Publicado el 23 de noviembre de 2008). (33)

Todas las partes del cuerpo humano son importantes. ¿Pensaron que las manos son las ejecutoras más finas con que cuenta el cerebro?
Todas las manos cumplen su cometido. Unas en tareas más finas y otras en las más comunes. Con instrumentos musicales, con la computación, operando, pintando, tallando la madera, cincelando el mármol, manejando una máquina, cultivando, cavando una zanja para que después circulen la electricidad, el agua o el gas. No pasemos por alto a los punguistas, que manejan las manos como los dioses.
¿Se les ocurrió pensar que sería de los anillos sin manos?, ¿Y de las gitanas que te las leen? Es imposible citar a todas las clases de manos.
Mis lectores manolarga, ¿Qué les parece ahora algunos relatos sobre manos?
Remigio: Vengo a pedir la mano de su hija.
El Padre: ¡Esta güeno!
Remigio: Como tiene las manos muy grandes, me traje dos peones de rejuerzo.
Médico: ¿Vos tenés las manos grandes de nacimiento?
Enfermo: ¡Mire si va a ser de aplaudirlo!
Un señor con manos enormes le dice a la adivina: -¿Me puede leer las líneas de la mano?-
Gitana ¡Vos vas a tené que ve a un agrimensó!
El ángel manicuro del cielo le dice a un recién llegado: -¿Te hago las manos hijo mio?-
-¡Sí!, pero más chicas. En la tierra no paraban con las cargadas.
El diablo malvado se puso a jugar al truco con un pobre manco de ambos brazos y le dijo: “Da vos que sos mano”.
-Me parece que la panadera no es buena.
-¿Por qué?- Es que siempre la encuentran con las manos en la masa.





A CARA DE PERRO
(Publicado el 30 de noviembre de 2008). (34)

Mímesis: es el hecho de adoptar las poses, los gestos y hasta el aspecto de otro.

Confieso que antes, para estos casos, utilizaba mal la palabra “mimetismo”. Esta consiste en el acto de imitar el color y la forma del medio en que viven ciertos animales, como sistema de defensa. El más conocido es el camaleón.
Después de esta divagación, volvamos a nuestro ejemplo de mímesis.
Todos hemos observado que con el tiempo y la convivencia casi permanente, los perros se parecen a sus dueños (para el caso es lo mismo).
Por suerte algunas costumbres no las comparten.
¿Se imaginarían a un señor -muy elegante- orinando con una pierna levantada en la pared de una escuela o de una iglesia? Bonito favor le haría a ambas.
¿Concebirían al mismo señor corriendo junto a una jauría callejera y mal oliente, detrás de una perra en celo?
¿Admitirían ver a una señora muy enojada escondiendo un hueso en un pequeño pozo?
¿Aceptarían sin reparos que la dueña del dálmata de la otra cuadra defecara en vuestras veredas?
Por suerte para todos la mímesis no llega a estos extremos. Se detiene, como lo dije antes, en la presencia de los gestos, la postura, y el aire parecido a los que adquieren el perro y el hombre o la mujer, cuando la convivencia es casi permanente.





A, B o C, SEPA QUE TIPO DE PELADO ES USTED
(Publicado el 7 de diciembre de 2008). (35)

Nosotros, los varones, tenemos una lucha perpetua para que los pelos no emigren de nuestras cabezotas. Las mujeres también presentan ese problema, pero en grado mucho menor. Lector amigo y calvo, o rumbo a serlo, conversaremos en voz muy baja (las paredes oyen) sobre ciertas peculiaridades de las calvicies.
La alopecia (calvicie) androgénica es típica en el hombre adulto y la mujer posmenopáusica. El crecimiento es inhibido por la hormona masculina testosterona. Esta calvicie es hereditaria y provoca la caída del cabello en las zonas frontoparietales (o en términos menos peludos, adelante y a los costados), y es la más frecuente. Para más detalles, se la designa como tipo B.
La tipo C es menos frecuente y afecta la zona occipitotemporal (a los costados y atrás). Y como es influenciada por las hormonas masculinas, este tipo de pelado suele defenderse diciendo que, gracias a eso, es mucho más viril.
El hombre primitivo no tenía drama porque era un auténtico peludo (hirsuto): le crecían pelos por todos lados. Pero en el curso de la evolución, nuestras cabezas comenzaron a lucir más lisas y brillosas.
Se ha echado mano a mil artilugios para disimular o corregir "el defecto", como por ejemplo, embadurnarse con lociones diversas, raparse para que "después crezca mejor", exhibir pelucas o peluquines (bisoniers), usar gorras, boinas, pañuelos o sombreros a perpetuidad, afeitarse el mate y dejarse barba en forma de candado para desviar la atención, alinear los escasos cabellos que aún quedan en verdaderas obras de ingeniería, hacerse costosos implantes (que suelen dejar una zona recta en la parte donde comienzan), recurrir al famoso entretejido (que pese a los services periódicos, quedan como el tuje), y muchos otros, que el tiempo fue borrando por útiles.
Pelados y semicalvos amigos: luzcamos heroicamente lo que Natura nos dio y evitemos el ridículo. 





DIME CÓMO FUMAS Y TE DIRÉ QUIÉN ERES
(Publicado el 14 de diciembre de 2008). (36)

Por suerte para muchos, el hábito de fumar está disminuyendo. La prohibición para hacerlo en ciertos lugares públicos, la difusión de informes, y recomendaciones médicas, y el auge de los deportes, han hecho mermar su consumo. Lamentablemente, otras drogas más duras han ocupado los lugares vacantes. Esto nos preocupa y nos sentimos desbordados.
Hoy, mis lectoras y lectores del “Salón para fumadores” y del “Salón para no fumadores”, trataremos de conocer aspectos, a veces íntimos, con la simple observación de la manera en que el fumador sostiene el cigarrillo. Parece raro que una cosa tan simple pueda llevar a conocer la personalidad -o ciertas características- de una persona.
Algunas peculiaridades las describimos en un relato anterior: “Dime cómo escribes y te diré quién eres” (esta vez el encomillado es para compadrear y no para que se las juzgue como citas extraídas de otros autores). ¡Yo me hago cargo de todo!
Se me ocurre, aunque no venga muy al caso, que nuestro desquite fue mandarles el cigarrillo a los españoles, para vengarnos de todas las maldades que nos hicieron los conquistadores.
Una cosa es una mano sola (próximamente me ocuparé de ella) y otra si está acompañada por una herramienta, un pincel, un bisturí, un instrumento musical, un revólver o un cigarrillo. Este será nuestro tema.





APARIENCIAS
(Publicado el 21 de diciembre de 2008). (37)

Habitualmente envío un relato con un dibujo a la revista Tiempos.
Van dirigidas al periodista Ulises Rodríguez, que fue mi mentor. Le envié el del árbol de Navidad, como un saludo personal. Él interpretó que era un aporte y me contestó: -¿Este dibujo va sin relato?-
Le aclaré que era un saludo y se me ocurrió que son muy merecedores de mis augurios, todos mis tolerantes y sufrientes lectores.
Amigos: ¡Les deseo que las fiestas con que culmina el 2008 sean inolvidables! (que las parentelas que se junten, no se chupen todo, y después empiecen los llantos y las peleas de familia). Después de todo es un condimento folklórico casi “nesario”.





AÑO NUEVO ¿VIDA NUEVA? 
(Publicado el 28 de diciembre de 2008). (38)

¡Feliz Año Nuevo mis acompañantes de buena onda. En fin, mis deseos son para todos, hasta para los de mala leche. El Año Nuevo vale por si mismo pero es más valioso porque viene repleto de “promesas”. Yo diría que es año de los diez mandamientos:

-¡El año que viene voy a empezar a estudiar y trabajar!
-¡Iniciaré un régimen para adelgazar!
-¡No te voy a orinar más la tabla del baño!
-¡Me voy a empezar a portar bien en la escuela!
-¡Te juro que nos vamos a casar!
Querida: -¡No más romances para mí!
Amado: -¡Nadie te volverá a decir que te seré infiel!
-¡Voy a dejar de comer con sal y de fumar!
-¡Juro que empiezo el curso de computación!
-¡Todos se comprometerán a no poner más la mano en la lata!

¡Que el 2009 sea testigo de todas las promesas de millones de chabones!


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